En el césped, como en todas las plantas se nota el paso de las estaciones. En verano está verde y brillante, crece con fuerza y aporta frescor al jardín. Tiene el inconveniente de que hay que cortarlo con frecuencia, pero compensa cuando ves a los niños correr y jugar sobre él.
Luego llega el otoño y el ritmo de crecimiento baja, se siega menos a menudo, se llena con las hojas de los árboles que comienzan a soltarla y el aspecto es diferente. Me encantan los colores otoñales del jardín.
En invierno la hierba deja de crecer, según la variedad de gramínea puede que incluso se vuelva amarillento o marrón. No está bonito, pero tampoco es un inconveniente porque no se usa tan a menudo. En cambio, el descanso del césped en invierno también supone un descanso para el jardinero hasta la siguiente primavera que volverá a despertar y a comenzar de nuevo su ciclo.
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